3 abr. 2009

Un jet lag espiritual


En casa trabaja una señora peruana que siempre amenaza con irse al Perú. Cada vez que ocurre algo (su hijo se enamoró de nuevo, otra vez hay problemas con el techo de su casa) decide, de un día para otro, montarse en un avión y no regresar nunca más. Yo entro en pánico, y le aconsejo un sinfín de arreglos, estrategias, simulacros, para hacerle entender que si hace eso (volver) será peor para ella, para el Perú y para toda América Latina. Trato de convencerla de que algo se desarticulará (en los caminos, en el aire, en su mente), si comete el error de regresar. Lo hago, por supuesto, con honestidad (la que me ha sido dada, la única que tengo), pues se trata de una persona noble a quien considero como de mi propia familia. Pero ah, sus huidas preanunciadas, cargadas de histérica emoción, me desquician.

Ahora que he vuelto de Venezuela, tras un mes electrizante y con agenda un tanto histérica, siento un jet lag espiritual; algo que la señora que trabaja en casa entiende y conoce perfectamente.

Luego de multiplicarme en varios Gustavos, y tratar de decir las mismas cosas pero con diferentes palabras y fracasar en el intento, subí al avión de regreso (¿regreso adónde?) cual héroe antiguo, cargando sobre mis hombros una mochila de ruinas --hablar de estas ruinas sería un tanto odioso y complicado en este breve espacio, así que dejémoslo hasta ahí.

Por alguna razón no quise, durante las diez horas de vuelo, ver películas (mucho menos leer) y me calcé los audífonos de Lan Chile para aplicarme un intravenoso (intra-auricular, más bien) de Radiohead, y escuchar cien, mil veces, aquella música un tanto melancólica, como si yo mismo la hubiera compuesto. Como era de noche, la oscuridad a diez mil metros de altura me ayudaba a entrar en cierto mood trágico, y tras pedir tres cervezas (sopa Heineken, rematadamente tibia) me dejé ganar por el sueño.

No soñé nada (aunque hay gente que dice que eso imposible: uno siempre sueña con algo, como si no soñar con nada fuera el principio del fin. ¡Pamplinas! Cuando uno no sueña con nada, pues no sueña con nada y punto), y al despertar ya estaba en Lima, haciendo un enojoso trasbordo, con free shop incluido. Allí, en la capital del Perú, en esa estación de tránsito del Perú, pensé en la señora que trabaja en casa, y me dije: “jóder, estoy acá, de paso y a medianoche, comprando pisco, en la tierra donde ella quisiera volver y quedarse para siempre”. Y como un vendedor de agendas y directorios telefónicos, caminé cabizbajo hacia el túnel que me conducía nuevamente al avión, a otro avión.

Ahora, una semana después de eso, todavía en proceso de aterrizaje, instalado en mi estudio en Buenos Aires y escribiendo esto, pienso que la armonía (¿armo qué?) es una mentira del modernismo; pienso que la unidad (¿uni qué?) es un cantinflada pitagórica. No sé. Pocas veces perpetro pensamientos filosóficos, pero cuando lo hago, como ahora, me invade una tristeza infinita. Y pienso que el Perú, Radiohead, los aviones, y los sueños que no se sueñan, tienen algo en común. Ignoro qué diablos será, pero tienen algo en común. Quizás una misma ventanilla por donde asomarnos para ver lo lejos que estamos de nosotros. Yo cargo siempre con mi ventanilla, para arriba y para abajo, desde hace algunos años. Es como un sambenito que me cuida de pensar que pertenezco a algo, o que algo me pertenece (que viene siendo lo mismo),y también me cuida de engañarme con la panacea (o el pasaporte) de saberme en algún sitio.

Perdonen, sepan disculparme, pero cada vez que vuelvo de Caracas reincido en melancólicos boleros. Se me trastornan las distancias a las que me he acostumbrado. Será por eso que viajar es lo más hermoso que hay en este hórrido mundo; después de hacer el amor, que no tiene rivales. De modo que el amor y el viaje, son mis vicios a perfeccionar. Para uno es necesario separarse, para otro es necesario unirse. Son las dos puntas de un puente que se cae.

Y mañana, cuando vea a la señora que trabaja en casa, mientras ordene un poco la sala o limpie el balcón, sin pelos en la lengua le diré, con toda mi convicción, que si quiere irse al Perú que se vaya, que agarre sus macundales y se largue, que no aguanto más su novela latinoamericana (si su hijo se enamoró otra vez, o su techo se vino abajo no me importa) que me deje tranquilo escribiendo mis cosas, inventándome mi propio (y postizo) existencialismo migratorio.

16 comentarios:

Leo Felipe dijo...

Bueno, extranjero, por mí está disculpado. Un abrazo en clave Solera y no se preocupe, que si algo es seguro, es que la salida la repetimos con boleros o rock and roll, después del viaje. Cualquier viaje.

Salud.

mharía vázquez benarroch dijo...

Esa ventana nostalgica existencial se llama SINDROME DE ODISEO, según me lo descubrieron en Barcelona, España, cuando estaba exiliada del tumulto de Caracas...compañero, lo siento, eso no se quita, pero tampoco empeora. Haga mucho el amor y compense, total la Venezuela que usted y otros muchos amamos ya es sólo ruinas y un trágico recuerdo, inclusive para los que vivimos en ella.
Una mágica y fría cerveza en tu nombre Gustavo, por esa escritura tan sólida y honesta que tienes, y por este país, que como bien decía Cabrujas, es un país de "mientras tanto y por si acaso".
cariños.
mh

Gabriel Reig dijo...

Todos los movedizos tenemos el jet lag incorporado, para siempre...

Un abrazo

Jesús Nieves Montero dijo...

está muy bueno el texto... lo que em dio risa es que la mía, que es de ecuador, sólo amenaza conque nos va aumentar, cuánto necesita una escalera y cómo será trágico que vuelva el próximo miércoles y no la consiga, y todas las semanas hace lista de artículos de limpieza que sabe que marta ha comprado por adelantado, pero ella nunca interrupe su rutina de dejar el papelito en la puerta de la nevera porque "de repente se olvidan"...

Unknown dijo...

Gustavo, querido, parece que regresar DE Caracas y regresar A Caracas son dos movimientos inversos que, sin embargo, generan el mismo "mood"... cuando presentaron tu libro acababa de regresar de unas (demasiado) cortas vacaciones y todavía tengo un guayabo que no me puedo sacar... mientras tanto, como la peruana, seguiré amenazándome a mí misma con irme cada vez que pase algo en la UCV (o cuando no pase nada)...
un beso
Elena

Luis Moreno Villamediana dijo...

Hay que irse siempre, Gustavo, aunque sea de ciudad imaginaria en ciudad imaginaria, como los cuatreros, o de ciudad invisible en ciudad invisible, como Italo Calvino: así se vuelve a lugares distintos, cambiantes, movedizos, hechos de cosas conocidas y trozos meramente deseados. A lo mejor de esa manera nos mantenemos en el punto que nos toca y a la vez jamás será nuestro.

Un abrazo.

Gustavo Valle dijo...

Leo: preferiblemente rock and roll, en clave solera, o roncera, no sé, lo que haya, o no haya.

Mharía: efectivamente ese síndrome no tiene cura, ¿pero qué diablos tiene cura? Igual seguiré tus consejos y gracias por esa mágica cerveza.

Gabriel: coordinemos para vernos y tomarnos el vinito del exilio.

(…coño todo esto está saliendo profusamente etílico: habla de los amigos que tengo)

Jesús, gracias mi pana. Es que vivimos de amenazas, y las que cuelgan de un imán en las neveras, a veces son las peores.

Elena querida, yo sugeriría cervecitas mágicas para curarte ese guayabo --es el único antídoto contra el bolero.

Luis: completamente de acuerdo. Y ese punto que nos toca, es como el premio de una lotería que hemos olvidado cobrar.

Saludos

Viviana Paletta dijo...

Precioso, Gus. Así andamos los que compartimos esas ansias de viaje...

Carolina dijo...

Me quedo con Radiohead y te dejo los boleros. Ahora me dejas con mapas en la cabeza, mesas con papeles manchados por las tazas de café, ventanas para mirar muchachos que crecen en bicicleta. Calles con autos que pasan en la madrugada dejando destellos de sonidos. Me quedo pensando en avisos que anuncian kilómetros y trenes que siempre he imaginado.
Pucha, que me han dado ganas de largar siempre.

Roberto Echeto dijo...

Broder, este mundo esta jodido porque la gente buena se deprime o cae rendida ante la melancolia. Hay que luchar contra esa debilidad que hace que uno se distraiga mirando por la ventana y pensando en que la vida puede ser mejor y mas bonita en tal o cual lugar. Mientras uno le dedica tiempo a esas pendejadas, los malandros omnipresentes hacen de las suyas.

Asi que animo, broder. No importa la distancia ni las fechas. Los panas siempre estaran ahi.

J. L. Maldonado dijo...

De visita virtual hacia el sur. Buena crónica del triste retorno a lo que no es de uno (¿hay algo de uno en el país que sea?). Yo no tengo respuesta a esto dado que el par de veces que he salido de aquí ha sido de vacaciones, que no es lo mismo que instalarse en otro país. En todo caso, ese guayabo debe ser duro y por la señora de servicio, que deje de joder, todas tienen el mismo libreto amenazante y el rollo no es ese, es que uno cae en papel segundón, suplicante de "no te vayas".
PD. Ya leí "Bajo tierra", genial. En cualquier momento me aventuro a una breve reseña de él y te aviso. Saludos desde esta pepa de sol caraqueña de viernes ¿santo?.

NANO dijo...

.:.

Está bien escrito, la incercesión de Radiohead en el texto es maestría, fue un corte finisimo con un bisturí con la mano maestra de un cirujano en el ambiente del relato...

No me gustaron las explicaciones (entre paréntesis) eso es dificil de hacer (¿quién es el maestro, Borges?)...

Trataré de seguir pasando por acá...

.:.

Gustavo Valle dijo...

Vivi: gracias, tú conoces muy bien el patrimonio del aire.

Carolina: perfecto, hagamos eso. Después yo te pido prestados tus discos de Radiohead, qué te parece?

Roberto: por suerte existen los amigos, los balcones, el cuba libre, las caminatas, Voltaire y la estrella del sur. Pero los malandros, igualito, seguirán haciendo de las suyas.
Un gran abrazo

Jotaele: me alegra que te haya gustado la novela.
Estamos pendientes, a ver cuándo charlamos.

Nano: gracias (por) pasar (y) comentar.
Mis saludos (Radioheadianos)
Y hasta la próxima.

Dakmar Hernández dijo...

Me anoto en la cata con una copita de tinto.
Precisamente ahora, cuando me entero de las cosas horrendas que le suceden a miles de desconocidos o a panas como Jason (ver su más reciente post en el blog Palabras y escombros), te juro que me provoca salir corriendo de esta miseria geográfica que pateo diariamente.

J. L. Maldonado dijo...

Saludos Gustavo, hice una brevísima reseña de tu libro. Espero que sea de tu agrado. Por otra parte hazme saber si te funciona hacer la entrevista telefónica el lunes 11 o 18 de mayo entre 2 y 2.30pm (hora Venezuela). Lamentablemente los domingos previos a dichas fechas ya están copados para el programa. Puedes responderme a libreriasonica@gmail.com

Jose Urriola dijo...

Gustavo:
Este texto es una belleza. Y no digo más porque ya está dicho. Lo demás sobra y no aplica. Voy a asomarme a mi propia ventanilla y a subirle el volumen a Radiohead. Ya está.
Un abrazo