Desde los comienzos sentí el deseo de imprimir mayor sustantividad al verso. El primer recurso al que apelé fue a la imagen. Organizar el poema mediante un “montaje constructivo” a la manera pudovkiana, donde el ordenamiento de una serie de tomas componía las estrofas, y así, secuencia tras secuencia, hasta el final del texto. Era sólo ingeniería visual. Aquel modo que privilegiaba el sentido de la vista contenía en su diseño figurativo el germen de su propia destrucción: el poema y la palabra perdían resonancia y ganaban en exceso racionalidad. Fue entonces que vino a mi mente la imagen de un pescador de orilla oculto en un recodo del río, entre el bosque de galería, mirando sin perder detalle la superficie reflejante del agua. Mirar. Y al hacerlo, poner toda la intensidad del que está escuchando con sobrada atención. He aquí la respuesta, (me dije): mirar como el que escucha. Relacionar la vista con aquel sentido, el del oído, que para San Juan de la Cruz era el más espiritual de todos. Así, el mundo representado en el poema adquiría mayor profundidad y su imagen resonaba con mayor emoción humana.
Igor Barreto, El llano ciego, Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro, 2006
2 comentarios:
felicidades por lo de bajo tierra espero con buen animo leerla ,salud.frepy
me encanta esa frase, mirar como el que escucha, es sencilla pero profunda
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